miércoles, 23 de marzo de 2011

Jakob Böhme

Nació en una familia campesina de filiación luterana, en una aldea cercana a Görlitz. Desde pequeño nuestro autor se dedicó a labrar la tierra, y en su adolescencia trabajó remendando zapatos de forma ambulante. A los 18 años tuvo una "visión" que le cambió la vida. Fueron 7 días en los que dijo estar "rodeado de la divina luz".

Se casó a los 19 años con la hija de un carnicero y trabajó como zapatero. Tuvo sucesivas visiones, hasta que en 1610 se decidió a escribir sus experiencias durante su tiempo libre. "Aurora" es la obra que fue redactada "bajo el impulso de Dios" esto según lo que dice nuestro autor.

El pastor Gregorius Richter, primado eclesiástico de Görlitz, prohibió a Böhme escribir so pena de destierro. Böhme obedece durante 5 años, y vuelve a tomar la pluma en 1619 soltándola hasta su muerte 5 años después. Sus libros eran publicados de forma clandestina por sus amigos. Cuando Richter lo acusó de herejía, y lo expulsa de la ciudad, Böhme ya tenía seguidores y aliados entre los magistrados municipales. Acató la orden no sin antes defenderse de los cargos. Pudo volver a Görlitz en 1624 cuando ya había muerto Richter, no obstante, Böhme murió ese mismo año.

Ahora bien en su obra Gran misterio o comentario del primer libro de Moisés encontramos al mundo visible con su ser y la vida de las creaturas, “encontramos en ellos un símbolo del mundo invisible espiritual, que esta la tente en el mundo visible como el alma en el cuerpo, y vemos que Dios oculto está próximo a todo y lo compenetra todo”[1].

Vemos en este autor cómo el hombre ha recibido la potencia del Verbo invisible de Dios para su reexpresión, vemos pues que la sabiduría invisible de Dios es “modelada en formas distintas”[2]. Y veremos que Dios se hace presente con las cosas visibles, esto para el despliegue de las cosas divinas, es decir para que de una u otra manera el invisible juegue con lo vivible, y se transforme en sensibilidad.

Vemos pues que Dios está fuera de toda naturaleza, es decir que Dios no tiene principio ni fin, y más aún ningún número puede expresar su amplitud, es decir que a Dios no lo podemos medir es inmenso y eterno ya que es demasiado profundo para que un pensamiento lo pueda abarcar.

Se dirá pues que “sólo hay una raíz única de la cual procede todo, y no se distingue más que por la mayor o mayor densidad que está coagulada”[3]. Es decir que su origen será algo cómo un vapor del gran misterio del verbo expresado, que se haya reexpresado en todas partes y que es una semejanza a sí mismo y un ser según el Espíritu.

Deberíamos de darnos cuenta de que Dios en su propio ser, no es ningún ser es decir que vendrá hacer “simplemente la inteligencia que tiende al ser, como una voluntad eterna inmotivada en la cual reside, y que ella misma es todo, y, sin embargo no es más que uno.[4]

Veremos que las formas reveladas de Dios revisten la forma de un grado exterior, como un ser o corporalidad, que hay que considerar opuesta al Espíritu, ya que sólo hay un lugar a pensar en el ser espiritual. Con esto veremos no existe dos tipos de Dioses del mundo santo y el Dios del mundo tenebroso, sino que sólo hay un único Dios. “El mismo es todo ser, Él es el bien y el mal, el cielo y el infierno, la luz y las tinieblas, la eternidad y el tiempo, el principio y el fin; donde su amor se oculta en un ser su cólera se manifiesta.”[5]

Nosotros los hombres hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y no sólo eso sino que hemos sido dotados de verdadera inteligencia la cual es proveniente de nuestro padre, es así cómo ambas naturalezas, eterna y temporal, a fin de que nos pongamos a tratar de recobrar por un serio esfuerzo del Espíritu lo que hemos perdido. Veremos que en el mundo espiritual, las propiedades se hallarán virtualmente, es decir que estas no se manifestaran de manera feroz, sino como absorbidas, así como la luz absorbe las tinieblas; “a pesar de ello las tinieblas residan verdaderamente en la luz, si bien no la pueden captar”[6]

Veremos pues que el ser de todos los seres no será más que un nacimiento mágico, el cual provendrá del uno y este va a tender al infinito. Es decir que el uno único no es más que Dios, el infinito no será más que el tiempo y en el cual cada cosa puede multiplicarse esto a partir del Uno.

Con esto se dirá que Dios está antes y fuera de todos los comienzos, y que de Él arrancará todo comienzo, lo mismo que es el término de todos ellos “así, el término medio de todas las cosas que comienzan está entre el comienzo y el fin, pues con su comienzo debe, pasando por el fin, entrar de nuevo aquello de lo cual ha surgido.”[7]

Veremos pues que la inteligencia divina eterna es una voluntad libre en sí misma, es decir que esta no está captada por la nada, ya que fuera de ella y ante ella no existe nada, y esta misma nada vendrá hacer única y no es para sí misma otra cosa que una nada.

Para ir concluyendo con el presente trabajo veremos pues que Dios no tiene ningún nombre “sino que se llama solamente el bien eterno, el Uno eterno, el Absoluto y el fundamento de todos los seres.”[8]. Veremos pues que Dios no quiere más que en sí mismo la manera de manifestar el bien, que vendrá hacer el mismo; y eso no podría verificarse si la fuerza única bueno no entra por la exhalación en el deseo de la naturaleza y el la diferenciación como ciencia. Y con esto veremos que “de la ciencia proviene el mal y el bien, no de Dios o en Dios, en su trinidad”[9].

BIBLIOGRAFÍA

Fernández, Clementes, Los Filósofos Medievales, selección de textos, BAC, 1970, Tomo II.



[1] Fernández, Clementes, Los Filósofos Medievales, selección de textos, BAC, 1970, Tomo II. Pág. 424, § 881.

[2] Ibídem, Pág. 425 § 886.

[3] Ibídem, Pág. 430, § 902.

[4] Ibídem, Pág. 433, § 915.

[5] Ibídem, Pág. 435, § 921.

[6] Ibídem, Pág. 438, § 930.

[7] Ibídem, Pág. 441, § 942.

[8]Ibídem, Pág. 444, § 950.

[9] Ibídem, Pág. 445, § 952.

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